Si no se invierte la tendencia, estamos abocados a un futuro desolador. Cada día nacen menos niños españoles y estamos a un abismo de garantizar la reposición poblacional mientras el Estado no solo no promueve ningún tipo de medida de fomento de la natalidad para paliar esta auténtica catástrofe demográfica, sino que ni siquiera lo considera un problema y se da por satisfecho manteniendo las estadísticas con población foránea a la que se ha regalado masivamente la nacionalidad.
Mientras tanto, la juventud, la supuesta generación mejor preparada, totalmente desprotegida por el Estado se ve condenada al exilio mientras millones de personas venidos de todas partes del mundo ocupan los trabajos que les corresponden y se llevan las ayudas que ellos necesitan. El acceso a cosas tan básicas e indispensables como el estudio, el trabajo, la vivienda o formar una familia se han convertido en un auténtico lujo al alcance de muy pocos. Por todo ello, estamos condenados a luchar.