Ya he tenido lugar el primer acto de la comedia bufa que supone plantar el bodrio Piano al borde del mar, en pleno centro de Santander. El Patrón ejerció de tal y, después de que semejante proyecto haya pasado todos los trámites legales, los facilitados por el Ayuntamiento y los facilitados por la Autoridad Portuaria, en tiempo récord, anunció que las obras empiezan ya. Para colmo de recochineos agradece el debate que ha generado el asunto, como si hubiera habido alguno. Los cambios efectuados sobre el proyecto original parecen responder más a probables ilegalidades urbanísticas difíciles de colar incluso para el mismo Patrón que a supuestas atenciones a los ciudadanos disconformes con la ubicación del edificio, que además supondrá soterrar el tráfico a su altura, con lo que ello conlleva en todos los aspectos.
La Fundación Botín puede hacer con su dinero lo que quiera, a pesar del escaso control que sobre fundaciones en general y su financiación y funcionamiento existe, pero no deja de parecer poco ético y menos estético que una fundación ligada a un Banco, con la que están montando, se gaste casi la misma cantidad de dinero que con la que está dotada la Consejería de Industria, Turismo, Comercio e Innovación en hacer un centro de arte. Es poco ético y menos estético el hacerlo donde además del coste del propio edificio hay que añadir una suma muy importante para las obras de la zona aledaña cuando en otro lugar no sería necesario. Ligar el Centro a ese preciso lugar no se sostiene con la excusa de que va a atraer más gente. No creo que nadie vaya a visitar el Guggenheim de Bilbao porque esté situado junto a la ría. Si a alguien le interesa la programación o el contenido iría igual si estuviese situado en el monte Archanda o en San Ignacio. No sólo se trata pues de cachondearse del personal, sino además hacernos pasar por tontos de baba.
El Patrón no sólo recorrió los lugares comunes a los que ya nos tiene acostumbrados la máxima autoridad municipal, correveidile de lujo, que si motor económico, que si ganancia de beneficio público y social, signifique lo que signifique, proyección internacional o reconocer y potenciar el talento creativo, échense a temblar porque aquí entrará también el engendro Santander Creativa. No se nos olvide el “éxito” de Escenario Santander; no olvidemos lo que “Nipper” de la Serna decía antes de su inauguración. Para quien no lo sepa, Nipper es uno de los perros más famosos que han existido; su imagen observando la trompeta de un gramófono sirvió como emblema de la prestigiosa firma musical “La voz de su amo”, y desde luego nuestro alcalde cumple ese papel con verdadera sumisión. ¿Puede haber algo tan estúpido como justificar el derribo de una valla con la construcción de un edificio? ¿Sin edificio la Autoridad Portuaria no habría podido desmontar la valla que separa la ciudad de los muelles?. Lo dicho, como a niños.
Pero vayamos a las cifras. 1900 puestos de trabajo para su construcción; partiendo de que fuesen ciertas dichas cifras no habría que olvidar que tienen fecha de caducidad de dos años escasos. Según la consultora Deloitte, para estas cosas no hay mejor que justificarse con estos estudios de dudoso rigor, una vez en funcionamiento dará empleo a 650 personas y aquí empiezan las sospechas. No creo que quepan tal cantidad de gente en el edificio, pero incluso en el supuesto de que los dividamos en dos turnos parece más un ERE andaluz que otra cosa. Otro dato, Deloitte dice que visitarán el Centro 200.000 visitantes al año; haciendo un simple cálculo, se supone que la entrada diaria rondará alrededor de 600 personas escasas, o sea menos que trabajadores. Algo no cuadra. Y cuando el comercio de alrededor no cumpla sus expectativas, y cuando la repercusión laboral no sea ni de lejos la esperada o el beneficio cultural se limite a que los colegas de la calle Sol de Torrellas puedan plantar sus “divertidas” señales junto a una ventana a la bahía y poco más, a quién reclamaremos; quién se hará responsable del desaguisado.
Por último queda esperar las decisiones judiciales que se tomen sobre las demandas presentadas por la Plataforma que se opone a la ubicación elegida por Emilio Botín para el edificio, aunque estando este hombre por medio es de esperar que no se admita a trámite nada que vaya contra su voluntad.
A la gente se le impresiona enseguida apabullándole con cifras más, menos o nada contrastadas, pero cuando se trae a un fulano desde más allá de los Apeninos para que nos tome el pelo, la cosa no tiene pase; dice el tal Piano que ha ideado un edificio “tolerante”, y claro después del descojono inicial lo que le corroe a uno es la indignación y el hastío de pedantes de toda laya que saben que la gente es mayormente estúpida y se aprovechan de ello con total impunidad.
Y después Nipper prepara la “modernización” de la Plaza de Italia y bajos del Casino; señores vayan apretándose los machos.
Moroto