miércoles, 6 de junio de 2012

Santander. La ciudad inteligente

La última jaimitada del ínclito alcalde de Santander lleva este sugerente nombre. Al final se tratará de que podamos comprar y pagar desde nuestro móvil y poco más, pero anda el regidor como niño con zapatos nuevos con su nuevo cachivache. Viajes para acá y para allá y nada de chicha en el fondo. Por supuesto tendrá una ventaja, Santander será la mejor ciudad de España, que digo España, del mundo, para vivir, pasear, aparcar donde uno quiera y echar un pitillo donde a uno le apetezca. Si se preguntan por qué, es fácil, porque si Santander va a ser la capital de las ciudades inteligentes, entonces van a vivir en ella cuatro y el del tambor. No habrá alcalde ni concejales para empezar. Íñigo se habrá sacrificado por todos nosotros y será motivo para que los cuatro o cinco ciudadanos que queden erijan un monumento en su memoria en la Plaza del Ayuntamiento, que de paso será renombrada como la del Iñiguísimo.

Ya en serio, Santander no puede pasar por ciudad inteligente habida cuenta los representantes que eligen sus habitantes, pero esto no pasaría de lo grotesco si no fuera porque la última ocurrencia de nuestro querido rey del dislate pasa por inundar de viviendas La Remonta y después el pasillo norte hacia Bezana. El inteligente alcalde de la ciudad inteligente cree que lo inteligente es que la ciudad inteligente aumente su población en 90.000 personas más en un futuro mediato. No cabe duda de que le van a quitar los pisos de las manos, pero a uno le asalta la duda. Si hoy Santander pierde población, sobre todo porque los jóvenes tienen que marcharse en cohortes si quieren ganarse la vida, porque aquí no es posible, dónde pensará el inteligente alcalde de la ciudad inteligente que se van a ganar la vida los nuevos ciudadanos inteligentes de la ciudad inteligente que el inteligente alcalde preside.

Probablemente piense en su nueva panacea en forma de Centro Botín, parte fundamental de su “anillo cultural” que vino a sustituir a la celebrada “milla cultural” que apenas medía 150 metros. Resulta que una asociación ha llevado a la justicia construcción del adefesio de Renzo Piano por su disparatada ubicación, capricho del mecenas de la obra, que no es otro que el señor que saluda al monarca en chanclas y bermudas y que da nombre al referido centro. Como no podía ser de otro modo, el inteligente alcalde de la ciudad inteligente ha montado en cólera y entre espumarajos les ha leído la cartilla a los intrépidos denunciadores que pretenden nada más y nada menos que defender la bahía. Da por hecho que el edificio iba a sacar no solo a la ciudad, sino a la región de la miseria. Por supuesto no se moja, para algo es el inteligente alcalde de la ciudad inteligente, en dar cifras, elude cualquier compromiso con la verdad, con la realidad. Une miserablemente el dolor y las dificultades de los montañeses en paro a la construcción del mamotreto como si éste fuera a dar empleo directo a veinte o veinticinco mil personas. Al final reconoce que quienes pueden verse beneficiados, lo cual está por ver, son hosteleros y comerciantes; la eterna canción. A lo mejor es por ahí por donde tengan salida los casi noventa mil nuevos santanderinos, camareros y dependientes, a setecientos u ochocientos euros la hora y jornada laboral de doce o catorce horas.
Santander no necesita más bares ni tiendas, necesita empresas, fábricas, en definitiva, producir; hacer que la Universidad sea útil generando licenciados que generen riqueza en nuestra tierra porque de lo contrario será un trasto inútil e insostenible.

Por último, la palabra del alcalde inteligente carece de cualquier valor. Datos, cifras, compromisos sobre lo que un solar puede aportar. Cuando uno se juega un farol hay que ir hasta el final porque también el Palacio de Deportes iba a ser la panacea y sólo sirve para dar algún que otro concierto; el palacio de Exposiciones, parecido, y no hablemos de una de las apuestas del genio inteligente de cara a la pasada campaña, el Escenario Santander, un salón de conciertos y locales de ensayo que en menos de dos años ha llevado al alcalde inteligente y sus concejales no menos inteligentes a buscar inversor privado que quiera cargar con el muerto porque ha sido un fracaso absoluto, a pesar de que iba a ser otro “motor”.

Íñigo de la Serna no es de fiar, el Centro Botín no va a generar lo que dice ni de lejos y el daño a la zona más bella de Santander sería irreparable.

Es una pena que Santander no sea un poco menos inteligente y un poco más valiente. Entre todos ha convertido una provincia pujante, industrial, agrícola, ganadera y pesquera en una especie de balneario de tercera donde sólo preocupan bares y tiendas, servicios que sin producción no tienen futuro.

Moroto

2 comentarios:

  1. Muy bien , hay que dar caña a este pobre planchado engrido , pero esto hay que hacerselo llegar a él y al publico en genral .

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    1. No, amigo, la caña nos la da él, su centrista partido, la supuesta oposición y la progenitora que los parió a todos ellos. Pena d epaís, paisaje y paisanaje.

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