No creemos que quede un solo español, bueno o malo, que no considere la cosa política nacional como una verdadera casa de putas y, por lo que se ve, la clase o casta titular del negocio está totalmente de acuerdo con esa visión popular hasta el punto de que ahora han convertido muchos ayuntamientos en tendederos al mejor estilo de aquellos que podían verse en la calle San Pedro, cuando dicha calle gozaba de un “esplendor” hoy ya perdido. De esta guisa, dos concejales carcas del Ayuntamiento de Santander no dudaron en sacar al tendal del Consistorio sendas bragas sucias en la que se podía apreciar el rojo de sangre menstrual, la orina de una evacuación fallida y el morado del permanganato indebidamente usado para curar alguna gonorrea galopante. Es lo que pasa cuando uno cree que puede hacer lo que quiera sin rendir cuentas a nadie, sin importarle si representa a doscientos o a veinte; y es que ellos están por encima de la ley, por eso, con el mismo rigor que exigen el cumplimiento de alguna ley aberrante omiten el deber de cumplimiento de otras que no les son tan propicias. Claro que lo peor es ver como el ínclito Iñigo de la Serna consintió como alcahueta que los dos carcas campasen a sus anchas como si de las Madame del burdel se tratase. El PP amparando símbolos anticonstitucionales sin pudor.
Pero el circo del lenocinio tiene su mayor exponente a orillas del Besaya. Como consecuencia de la falta de manantial presupuestario los electos torrelaveguenses se dedican a perder el tiempo con las payasadas más delirantes como aquello de nombrar persona non grata al primero que pase por muy merecido que se lo tenga, pero es en lo de colgar bragas y tangas en lo que se han convertido en maestros. Si hace poco se plantó en la fachada del inmueble público la enagua con los colores del a ratos terrorista Frente Polisario, hace menos fue Marcano II, Marcanín, el que presentó una moción para que fuera el trapo de ADIC recientemente “oficializado” el que ondease en alguna parte para gozo de un personajillo muy peculiar que responde al nombre de Iván Martínez, heredero de un chiringuito que le permite ganarse la vida sin dar un palo al agua. Este personaje cuyo aspecto y voz nos trae a la mente a aquel Clodomiro “el Ñajo” que inmortalizaran Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina es el mismo que aprovechó otra de esas votaciones decisivas para el futuro de los torrelaveguenses para levantar el puñito con el que ofender la memoria de más de 1500 montañeses asesinados por odio ideológico y religioso por la chusma que tan bien le cae. A muchos nos hubiera gustado verle con su puñito metido en sálvese sea la parte. En el pleno de la propuesta de Marcanín aprovechó Clodomiro para aguijonear al peperasta Ildefonso Calderón, Ilde, que lastimosamente defendió su no a la ostentación del trapo de ADIC con los paños calientes de que a él le tiene enamorado y hasta entrena con camisas con dicho símbolo. Tan patético recurso no fue óbice para que El Ñajo le espetara en su cara que lo que a él le iba era “la estanquera impuesta por el golpe de 1936”. Si Ilde Calderón no defiende su honor ante semejante mamarracho es su exclusivo problema pero ante semejante falta de respeto al más importante símbolo de la nación española, la que les da de comer a todos a pesar de hacer todo lo posible por acabar con ella, sólo le quedaba una salida, levantarse y cruzarle la cara allí mismo o, si no quería hacerlo ante el Pleno, haberle retado a salir fuera.
Pero no se detiene aquí el carca Martínez. Como no iba a ser menos que sus colegas de Santander él también colgó una compresa reciclable en el tendedero torrelaveguense aunque, como siempre, él va más lejos y a la sangre, la orina y el permanganato añadió algo muy digno de él, un cagarro en forma de estrella como firma personal. Y de esta guisa pasó el día Torrelavega, con la bandera del GRAPO ondeando en su ventana, sin que el Alcalde, José Manuel Cruz Viadero mandase a la Policía Local a retirarla y estudiar si la acción del mamarracho pudiera ser constitutiva de delito. Del mismo modo que tuvo que amonestarle y expulsarle del salón de plenos cuando faltó al respeto a todos los españoles sin que, lamentablemente, moviera una pestaña. Un mamarracho es un mamarracho antes que otra cosa, antes que concejal, antes que persona y como tal debe ser tratado.