miércoles, 8 de agosto de 2012

Santander, el gran parking inteligente.

El “alcalde inteligente” se ha propuesto que todos los ciudadanos que se mueven en coche por esta inteligente ciudad (otrora muy noble y siempre leal), pasen religiosamente por caja grabando con zona de OLA (Ordenanza Limitadora de Aparcamiento) prácticamente todo el espacio dedicado a éste fin.

Impuesto que se suma al de circulación (cada vez más caro) y al famoso céntimo sanitario (4 céntimos por cada litro de gasolina, gracias a la pésima gestión de los diferentes Gobiernos regionales). A sumar también al resto de gastos e impuestos que conlleva este medio.

Esto no fue siempre así, este tipo de sistemas de cobro empezaron a implantarse en los 80, es decir, cuando a una pandilla de ociosos políticos (también conocidos como los héroes de la transición)  empezaron a buscar sistemas para vaciar los bolsillos de la gente y llenar las arcas de las instituciones públicas, en este caso de lo ayuntamientos, que casualmente son las mismas de las que cobran entre otras cosas, sus nóminas.

El sistema se desarrolla más o menos en todas partes igual, comienzan grabando la zona azul en el centro de la ciudad con la excusa de arreglar los problemas de tráfico, la consecuencia es que la gente que aparcaba allí, especialmente la que no puede permitirse pagar diariamente el dineral que eso supone o no puede permitirse una plaza de garaje, se desplaza hacia otras zonas, en esas otras zonas la gente que toda la vida podía aparcar cómodamente se encuentra con la competencia de la gente que ha sido desplazada del centro, por lo que reclama al ayuntamiento (normalmente a través de asociaciones y colectivos vecinales) que también pongan allí zona azul a cambio de pagar menos a través de una tarjeta con la que los residentes pueden aparcar a un precio más ajustado. Pero claro, una vez que han implementado el sistema de pago en esa zona, los que no tienen la tarjeta de residencia también se desplazan a otras zonas para buscar aparcamiento, zonas en las que los propios vecinos se suman a las reclamaciones. Es decir, se convierte el asunto en un bucle sin fin en el que acaba toda la ciudad llena de parquímetros, grúas para llevarse a los coches que no están donde tienen que estar y controladores azuzados por las empresas concesionarias de los ayuntamientos para que se recaude lo máximo posible. El problema circulatorio, como al principio, por supuesto.

En Santander se suma la cuestión de que hay que rentabilizar los múltiples, caros e infrautilizados parkings subterráneos y no subterráneos que le da al Ayuntamiento por hacer siempre que puede, alguno de ellos en ubicaciones de lo más ridículas. También quieren implantar, dentro de la historia de las ciudades inteligentes, un sistema que te señale donde hay aparcamientos libres y donde no, como si la ciudad fuese un parking gigante, vamos. Para lo que no están tan avispados en cambio es para solucionar los problemas causados por la gente bien en las zonas nobles de la ciudad, en el Sardinero da igual dejar el coche en línea amarilla, que metido en un jardín que en medio de una rotonda. Es la zona sin ley. Hasta ponen farolas en medio de los aparcamientos por si a alguien no le ha quedado claro.

Rastapopoulos

En la imagen, una plaza de aparcamiento inteligente 


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