Estamos ante una dramática situación y parecemos no darnos cuenta o, al
menos, somos incapaces de tomar medidas en ninguna dirección para
retomar la cordura que hizo de España una de las principales potencias
mundiales, con una economía equilibrada y pujante.
Privatizados
el transporte, las comunicaciones, y la energía constatamos hoy lo que
muchos dijeron en su momento, que dichas privatizaciones serían muy
perjudiciales para los españoles que verían centuplicados los precios
por mor del enorme apetito del Gran Capital y el sistema financiero y
así llegamos a uno de los mayores errores cometidos por el pueblo
español, permitir y apoyar el acceso de España a la Comunidad Económica
Europea y su puntilla, el euro.
A cambio de ello sacrificamos
nuestra agricultura y ganadería por exigencias de Bruselas a cambio de
importantes cantidades de dinero que sirvieron para ser despilfarradas
principalmente en obras innecesarias y en oscuras subvenciones. A esto
se sucedió el derrumbe industrial nacional que disparó el paro
provocando como única medida del gobierno de turno la subida desbocada
de tasas e impuestos que provocan el empobrecimiento de la población y
la disminución del consumo. Como es lógico, la quiebra de los sectores
productivos y las subidas impositivas sin freno llevan aparejada una
crisis del comercio de imprevisibles consecuencias. Sólo tenemos que
echar un vistazo a las tradicionales zonas comerciales de nuestra ciudad
para constatar el desastre que se cierne sobre todos nosotros. Donde
era difícil encontrar un local disponible hoy se suceden los “Se
alquila” o “Se vende”. El comercio tradicional es el que da vida a
nuestras calles, a nuestros barrios; el que nos da confianza por su
cercanía y superior atención. Pero no solamente la crisis se ha cebado
con nuestros comercios locales sino que también la competencia desleal
de las grandes superficies, que llegan a vender productos por debajo del
precio de coste para atraer clientes y los macro comercios chinos que
practican esa misma competencia desleal además de practicar, cuando
menos, difusas prácticas laborales y empresariales, ofreciendo además
productos de dudosa calidad.
Si queremos mantener nuestras
ciudades, nuestros barrios, humanizados debemos apoyar el comercio local
con todas las consecuencias, porque genera trabajo, porque tributa en
las arcas municipales, porque son nuestros vecinos y muchas veces
amigos. Como pueblo debemos ser conscientes de que si no está en
nuestras manos el que determinadas industrias se ubiquen en nuestra
región, si lo está el decidir dónde gastamos nuestro dinero. No podemos
quejarnos de que nuestros hijos tengan que marcharse de esta tierra
porque no hay trabajo si en lo que de nosotros depende no actuamos con
responsabilidad y determinación, como por ejemplo comprando en el
comercio local y comprando siempre que sea posible producto nacional. Es
tan sencillo como que nos va el futuro en ello.
A.C. Alfonso I