Toda verdad necesita alguien que la proclame. El problema es que hoy, la verdad la proclaman ya muy pocos y eso hace que sea muy fácil perseguirlos. No cabe duda que la España actual es un paraíso para el delito. Ricos y pobres, jóvenes y viejos, listos y tontos, altos y bajos, gordos y flacos, tenemos delincuentes de toda laya y condición; delincuentes que hacen a todos los palos del delito.
Hace poco clamaba la máxima autoridad virtual del estado que la justicia era igual para todos, sin ponerse colorado ni cambiarle el rictus; la prensa no dudó en proclamar el titular, no sabemos bien si porque son imbéciles o porque su misión es simplemente conseguir que lo seamos nosotros. Y es en este panorama desolador, donde gracias a esa justicia “igual”, hay banqueros indultados nada más ser condenados y, si uno se descuida, antes de cometer el delito. Hay políticos y cargos públicos cuyos procesos se enredan y alargan hasta alcanzar la prescripción o en el peor de los casos entradas a prisión simbólicas, por supuesto, sin devolver el importe de lo afanado. Por no hablar de los compadreos del gobierno de turno con el terrorismo criminal que ha asolado y asola España.
España, además ha soportado y soporta la invasión de una legión de inmigrantes y visitantes foráneos cuya única ocupación es el delito en todas sus facetas, como indican las actuaciones policiales y judiciales y se puede observar sin lugar a dudas que si bien la totalidad no vienen a delinquir, si son mayoría dentro de la nueva población penal española.
Pues con todo ese trabajo, la justicia española, y sobremanera la catalana, tienen tiempo y espacio de sobra para perseguir a la gente por sus ideas, para perseguir a la gente por su trabajo. Justicia catalana fiel reflejo de una sociedad corrupta y decadente donde ya no se necesita que nadie ejerza la censura porque sus siervos de la gleba ya se autocensuran solos, y solo así se entiende que haya sido posible que una tienda de libros, y veréis que digo tienda y no librería, porque la diferencia es importante, censuró la presentación de un ensayo de un autor y paisano nuestro, Jesús Laínz, porque no patrocinaban libros subversivos. La subversión consistía en mostrar documentadamente la trampa nacionalista del lenguaje y su utilización en la destrucción de España.
Después de las actuaciones grotescas desde el nombre de las operaciones hasta su resultado, de los mozos de escuadra, asaltando por sorpresa a honrados trabajadores o somnolientos padres de familia a deshoras, los implacables juzgados catalanes, a instancias de extranjeros, deciden que poner en duda, o matizar, determinados hechos históricos acaecidos hace décadas, ya casi un siglo. Y vender libros de autores, algunos eminentísimos, indispensables por su importancia histórica, es motivo suficiente para arrancar a una persona decente y honrada de su casa, de su trabajo y de su entorno y encerrarle en una prisión donde poder extirpar de él esos rasgos que le hacen estar por encima de la mediocridad general, lo que representa el verdadero peligro para ellos.
Efectivamente Pedro Varela es un hombre íntegro, respetable y, por encima de todo, un caballero, no es que tenga formas y modales de caballero como hace poco decía el diario de Rubalcaba, es que es simple y llanamente un caballero, con todo lo que eso lleva aparejado y de lo que, en el diario polanquista, no tienen ni pajolera idea, como es lógico.
Hace poco clamaba la máxima autoridad virtual del estado que la justicia era igual para todos, sin ponerse colorado ni cambiarle el rictus; la prensa no dudó en proclamar el titular, no sabemos bien si porque son imbéciles o porque su misión es simplemente conseguir que lo seamos nosotros. Y es en este panorama desolador, donde gracias a esa justicia “igual”, hay banqueros indultados nada más ser condenados y, si uno se descuida, antes de cometer el delito. Hay políticos y cargos públicos cuyos procesos se enredan y alargan hasta alcanzar la prescripción o en el peor de los casos entradas a prisión simbólicas, por supuesto, sin devolver el importe de lo afanado. Por no hablar de los compadreos del gobierno de turno con el terrorismo criminal que ha asolado y asola España.
España, además ha soportado y soporta la invasión de una legión de inmigrantes y visitantes foráneos cuya única ocupación es el delito en todas sus facetas, como indican las actuaciones policiales y judiciales y se puede observar sin lugar a dudas que si bien la totalidad no vienen a delinquir, si son mayoría dentro de la nueva población penal española.
Pues con todo ese trabajo, la justicia española, y sobremanera la catalana, tienen tiempo y espacio de sobra para perseguir a la gente por sus ideas, para perseguir a la gente por su trabajo. Justicia catalana fiel reflejo de una sociedad corrupta y decadente donde ya no se necesita que nadie ejerza la censura porque sus siervos de la gleba ya se autocensuran solos, y solo así se entiende que haya sido posible que una tienda de libros, y veréis que digo tienda y no librería, porque la diferencia es importante, censuró la presentación de un ensayo de un autor y paisano nuestro, Jesús Laínz, porque no patrocinaban libros subversivos. La subversión consistía en mostrar documentadamente la trampa nacionalista del lenguaje y su utilización en la destrucción de España.
Después de las actuaciones grotescas desde el nombre de las operaciones hasta su resultado, de los mozos de escuadra, asaltando por sorpresa a honrados trabajadores o somnolientos padres de familia a deshoras, los implacables juzgados catalanes, a instancias de extranjeros, deciden que poner en duda, o matizar, determinados hechos históricos acaecidos hace décadas, ya casi un siglo. Y vender libros de autores, algunos eminentísimos, indispensables por su importancia histórica, es motivo suficiente para arrancar a una persona decente y honrada de su casa, de su trabajo y de su entorno y encerrarle en una prisión donde poder extirpar de él esos rasgos que le hacen estar por encima de la mediocridad general, lo que representa el verdadero peligro para ellos.
Efectivamente Pedro Varela es un hombre íntegro, respetable y, por encima de todo, un caballero, no es que tenga formas y modales de caballero como hace poco decía el diario de Rubalcaba, es que es simple y llanamente un caballero, con todo lo que eso lleva aparejado y de lo que, en el diario polanquista, no tienen ni pajolera idea, como es lógico.
Pedro Varela no es un hombre violento sino todo lo contrario, no ha alentado nunca a la violencia ni ha difundido ninguna consigna para practicarla; y todo ello a pesar de haberla sufrido en sus carnes, siendo objeto de los asaltos de los nacionalistas extremistas y cobardes, que sí hacen uso y apología de la violencia ante la indiferencia de la justicia catalana en general y sus fiscales en particular. Sin embargo los mozos de escuadra no parecen ser capaces de acabar estos ataques y poner a sus protagonistas ante la justicia. Pedro Varela carece de prejuicios raciales en el trato con las personas y tiene un concepto claro de lo que es la justicia social. Todo ello se resume en que Pedro Varela es cristiano y probablemente el fiscal que le acusó, el juez que le condenó y el o los innombrables que le denunciaron, no lo son.
¿Se imagina alguien que ocurriría en España si se negase el genocidio de Paracuellos, el genocidio de buena parte de los españoles que por sus ideas religiosas en tiempos del Frente Popular, los crímenes cometidos por los franceses antes y durante la guerra de la independencia, o el acaecido entre Hutus y Tutsis? Efectivamente, no ocurriría nada; sin embargo, hay pueblos que pesan mucho, y ahí lo dejo.
Pedro Varela vende libros a quien quiere comprarlos, libros que sirven para poder conocer otros puntos de vista con los que poder comparar los oficiales y crear nuestra propia postura ante los problemas y el conocimiento. Y es ahí donde Pedro se sale de la fina raya marcada por este cruel, vengativo y ventajista sistema democrático que nos prime: a algunos conscientemente y a muchos inconsciente o cobardemente.
Ni que decir tiene que muchos de los libros secuestrados a Pedro Varela pueden ser comprados tranquilamente en muchas otras librerías que no son perseguidas por la fiscalía catalana. Y ni que decir tiene que es infinitamente menos nocivo el Mein Kampf o cualquiera de las obras del ciudadano español Leon Degrelle que los manuales de esa asignatura innombrable donde se pretende a enseñar a niños inocentes a convertirse en auténticos degenerados desde su niñez. Y de eso el libelo rubalcabista sabe mucho. Pedro Varela cumplirá los 15 meses de condena íntegros, caso que no tiene parangón, sin permisos penitenciarios y sin poder ver a su hija, porque dicen que no se ha rehabilitado ni ha querido hacerlo; pero es que rehabilitarse solo lo hacen los delincuentes y los enfermos y Pedro Varela no está ni en uno ni en otro caso. Quizá para salir de una cárcel cubana los que se oponen a la dictadura comunista tengan que rehabilitarse jurando lealtad eterna a los Hermanos Dalton que dirigen la isla-prisión.
Probablemente los violadores pederastas, asesinos y atracadores, reincidentes la mayoría, se beneficiaron de reducciones de condena y permisos. De Juana Chaos cumplió 18 años de 3000 de condena y salió metiendo barriga y riéndose de los españoles, a 25 de los cuales quitó de en medio al coste de poco más de ocho meses por vida; y salió más cínico, más cobarde y más hijos de puta, pero si algo no alió fue rehabilitado, porque tampoco lo quiso.
Nosotros no estamos aquí para pedir la reducción de condena de Pedro Varela, estamos aquí para exigir su libertad y la derogación de cualquier ley que vaya contra el pensamiento y el derecho a publicar y vender cualquier obra histórica, política o filosófica, y en esto, nada mas, estamos de acuerdo con Antonio gala que un libro se contesta con otro libro y no con leyes injustas y arbitrarias.
No creemos que Pedro Varela tenga inconveniente en debatir sobre cualquier aspecto con aquel que quiera dejarlo en evidencia públicamente. Pero también es seguro que nadie lo hará porque una cosa es amenazar, insultar, tratar de arruinar o practicar el método Ibarra de llenado de bolsillos y otro muy diferente la proclamación de la verdad. Por ello solo nos queda lanzar al aire una justa petición.
¡¡PEDRO VARELA LIBERTAD!!
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