martes, 24 de abril de 2012

Santander y Menéndez Pelayo

El lunes, el alcalde de la Ciudad Inteligente, Iñigo de la Serna, acompañado de su singular Concejal de Cultura, César Torrellas, presentaron junto a sus autores el libro “Marcelino Menéndez Pelayo, el último sabio”.  Todo ello enmarcado en los ¿actos? Con los que el consistorio capitalino pretende, supuestamente, conmemorar el centenario de su muerte. Las cosas van por donde ya advertíamos hace tiempo, mediocridad y arte del capotazo sobre la figura más insigne, universal y admirable de nuestra historia, más incluso, aunque el Alcalde y su Concejal no se lo crean, que el campeonato de vela de 2016 o el caprichito del centro de arte Botín.

La tirada de 1000 ejemplares ya denota que la cosa es más bien doméstica, sin muchas pretensiones. Las 124 páginas a 24 Euros de Antonio Santoveña no invitan, sobre el papel, a acercarse a ellas. Parece que una breve biografía, la opinión de personas sobre el Coloso, por acertadas o bienintencionadas que puedan ser, y los dibujos de José Ramón Sánchez no creemos que puedan dar la medida del Titán. Menéndez Pelayo no necesita ver paliada la “antipatía” que pueda despertar, porque ésta sólo puede venir de mentes estrechas, pequeñas, ignorantes, en definitiva, de enanos. Hoy no hay excusa para la incultura, no hay excusa para la desinformación y aquel que quiera conocer la enormidad y la universalidad de la obra del Maestro sólo tiene que leerlo a él directamente. Hacer obras “asequibles” al entendimiento de los jóvenes de hoy es constatar que sólo pueden asimilar un cómic. Es como si para alcanzar a comprender la grandeza del Quijote hubiera que ver una película.

Es impresentable que en el centenario de la muerte de D. Marcelino, Iñigo de la Serna, como Alcalde de Santander, sólo alcance a presentar “una obra sencilla, amena, breve y fácil de leer”, según sus propias palabras. No se puede decir más en menos espacio.

El colmo llega cuando el ilustrador reconoce que tenía una idea equivocada del Genio hasta que trabajó con el personaje. Reconoce pues que sin conocerle, sin leerle tenía una idea preconcebida; la soberbia de la ignorancia supina. Para José Ramón Sánchez, Menéndez Pelayo había sido un santurrón y un radical. No está mal reconocer los errores y las limitaciones propios, aunque sea con trabajo remunerado mediante.

Por supuesto, el mejor homenaje hubiera sido la reedición de las Obras Completas del último de nuestros humanistas a precio de coste, bajo pedido, de manera que sería fácil constatar hasta qué punto los cántabros de hoy valoran o no compartir patria chica con el más grande de los pensadores, de los sabios españoles. Si la tarea se considera desproporcionada siempre se podría haber hecho con sus obras más emblemáticas. Del mismo modo, podrían haberse reeditado dos de las mejores biografías aparecidas hasta ahora, ambas a cargo de diferentes directores de La Biblioteca Menéndez Pelayo, las 384 páginas de la escrita por Enrique Sánchez Reyes, ganadora del Premio Nacional del Centenario de Menéndez Pelayo en 1956 y, por si alguno de los malpensados desconocedores sospecha de la fecha, las 310 páginas de la escrita por Miguel Artigas en 1927.

Si hace casi un par de años, la Universidad que lleva o mal lleva su nombre trajo a un sujeto desde Asturias, de nombre Lluis X. Álvarez, para decir que un señor que murió en 1912 no era fascista, es un error de bulto reducir su recuerdo a si en el régimen anterior se le ha usado o “abusado” en aras de una interpretación ideológica; en primer lugar porque no es cierto, en segundo porque todo es tan fácil como leerlo y entenderlo. Por ello se comprendería que un católico a machamartillo no tiene nada que ver con un santurrón, Sr. Sánchez; por ello comprendería que Menéndez Pelayo no era un radical, pero sí fue, mal que le pese a muchos, el padre del nacionalismo español revolucionario, como acertadamente le definió Onésimo Redondo.

Resumiendo, si el centenario va a discurrir por estos términos, mejor será honrar al Maestro desde el olvido, no vaya a ser que los “colegas” de Torrellas pretendan poner su nombre en el tristemente famoso poste de la policía y del Juez prevaricador.

Moroto

No hay comentarios:

Publicar un comentario