El pasado jueves 8 de marzo cumplió su condena hasta el último minuto, hasta el último segundo, Pedro Varela Geiss. El dueño de la Librería Europa de Barcelona salió del penal de Brians donde pagó con quince meses de su vida por proclamar la verdad, por ser un espíritu verdaderamente libre, por ejercer su libertad de creencias, opinión, expresión y edición. En definitiva, cumplió hasta el último minuto, hasta el último segundo, como preso político de la democracia española en su rama más putrefacta, la democracia catalana.
Un caso único que desgraciadamente ha sido conocido por muy poca gente en España gracias a que los medios de desinformación lo han silenciado o lo han tratado de esa manera tan cínica, tan falsa y tan descarada como sólo El País sabe hacer. A poca gente se le pasa por la cabeza que en pleno siglo XXI alguien pueda ser condenado por investigar y difundir informaciones u opiniones por el mero hecho de ser diferentes.
Durante este tiempo, las campañas y concentraciones a favor de la libertad de Pedro Varela y la derogación de cualquier ley que vaya en contra de la libertad de expresión no han cesado en distintos rincones de nuestra geografía; han sido prácticamente el único altavoz del que se ha podido disponer para dar a conocer el vergonzoso caso de Pedro Varela a la sociedad.
Algunos miembros de la Asociación Cultural Alfonso I de Cantabria quisimos estar en Barcelona para recibir a Pedro Varela a la salida de la cárcel donde pudimos comprobar que, a pesar de los esfuerzos de los funcionarios y autoridades carcelarias, no han podido doblegar la voluntad de un hombre convencido de sus ideas, convencido de su labor y dedicado al más noble de los oficios, el de librero, a pesar de la persecución y de la violencia que se ejerce contra él. Pedro Varela se ha revelado de nuevo como lo que siempre ha sido, un hombre de honor, un caballero en un mundo de puercos.
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