El primer combate en Europa de Paulino Uzcudún fue en 1923 contra el campeón de la URSS, Touroff, al que venció por KO, iniciando así el camino hacía el dominio europeo de los pesos pesados. Uzcudun comentó tras este combate:
-Yo soy el primer español que ha luchado contra el comunismo.
Uzcudún siempre llevó por el mundo su orgullosa condición de español y vió en el comunismo la encarnación de la más grande de las tiranías. Estos principios básicos que compartían tantos españoles le llevaron en nuestra Guerra Civil a tomar partido por el bando nacional. Hubiese podido quedarse en los Estados Unidos o en cualquier país de Europa durante nuestra contienda por su condición de estrella del deporte. Hubiese podido disfrutar de la tranquilidad del San Sebastián liberado (el llamado "Sansestabién" por los miles de españoles que huyendo del terror rojo se asentaron en la preciosa capital guipuzcoana). Tras muchos años de duros combates por todo el mundo tenía dinero suficiente para vivir despreocupadamente. Además, por su edad, cercana a los cuarenta años no estaba obligado a movilizarse forzosamente. Sin embargo tomó partido decidido contra el comunismo, llegó a España en cuanto estalló la Guerra Civil y se puso a las órdenes de los alzados, dispuesto a combatir donde hiciese falta. Uzcudún entonces fue movilizado para una misión muy concreta: intentar salvar a José Antonio. Los primeras tentativas para lograrlo sobre la base de complicadas negociaciones diplomáticas y el ofrecimiento de grandes cantidades de dinero no surtieron efecto. Así que se diseñó un plan de acción, que conllevaba un riesgo evidente y en la que se daba por sentado que habría varias bajas: la organización de la toma de la prisión de Alicante por un comando. Llegarían al puerto de Alicante a través de un submarino alemán y después se librarían duros combates. Con este fin un centenar de combatientes nacionales que destacaron por sus condiciones físicas y militares fueron concentrados en Sevilla para someterse a un estricto entrenamiento. Al frente de los mismos y organizando las directrices físicas de dicha concentración estaba Paulino Uzcudún. Fue un mes y medio de entrenamiento, pero el comando no llegó a actuar. El plan necesitaba de la complicidad de alguien en zona roja pero, a pesar de ofrecer los falangistas ocho millones y rescatar, junto con José Antonio, al cómplice, no lograron encontrar uno.
Tras este episodio frustrado Uzcudún continuará movilizado hasta el final de la guerra. Rehusó siempre cualquier pago por sus servicios militares. Durante la guerra los rojos mostraron toda su animadversión contra el campeón español. En un diario republicano de Valencia de podía leer el 2-10-1936: "Personificación de la bestia humana. Espíritu bovino injertado en perro. Es el ex boxeador un gorila domesticado. El buzón de su boca sonríe al fotógrafo como lo haría un bulldog pagado de su fealdad, espejo del alma, en una exposición canina". Sin embargo esta campaña no fue óbice para que Uzcudun utilizase su influencia para aliviar las penas de muchos rojos encarcelados, contribuyendo de ese modo a la reconciliación efectiva entre los españoles. Así sacó de la cárcel entre otros al conocido barítono gijonés Antonio Medio.
No necesitaba después de la guerra mostrar sus méritos. Así como muchos españoles que combatieron en el bando nacional se retiró discretamente a continuar con su vida normal. Mientras tanto otros muchos arribistas, muchos antiguos rojos convertidos súbitamente en "fascistas de toda la vida" parasitaron el nuevo régimen y se acoplaron a sus puestos de mando. Uzcudún nunca quisó ningún puesto oficial y siempre que colaboraba con la Federación Española de Boxeo lo hacía desinteresadamente. Hizo amago de volver en 1941 tras un combate en El Escorial. Pero ya eran muchos los años que tenía para poder volver a codearse con la élite del boxeo. Y dejó el centro de los cuadrilateros por las esquinas de los mismos, entrenando y ayudando a los nuevos campeones de España, sobre todo a sus paisanos de Guipúzcoa: Perico Llorente, Mendicute y Ramón Martínez. Y así, entre el apoyo al boxeo y a los toros, la partida de mus y los chiquitos y las sidras por los bares vascos de Madrid y Guipúzcoa continuó el más que merecido descanso del guerrero. Sin cambiar de chaqueta ni de principios jamás.
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